Poneme una trompada

Sí, ajustícienme si alguna vez me escuchan decir «poneme un mail dentro de una semana y te contesto».

Denuncias II

«LIDIA – Es de San Miguel del Monte y no tiene teléfono. En el tren que viene de Bahía y pasa por Monte a las 6:05 AM, a la altura de Cañuelas se suben seis personas y “arman una timba” en un vagón. Persuaden a los pasajeros de participar y los “despluman”. Lo curioso es la complicidad con el maquinista, ya que detiene la marcha para que se bajen los timberos. El tren llega a las 8:00 a Constitución.

MARTA – 426X-XXXX – Es remisera y tiene 70 años. Su marido está internado en un geriátrico y es golpeado y maltratado por enfermeras, más específicamente: le pegan con una manguera. Tiene otros problemas: cáncer en el estómago, el corralito que se quedó con sus dólares, y una casa que no puede vender porque “está en el medio de la mugre”.

CAROLINA – 4861-XXXX -Quiere denunciar al decano de la facultad de Filosofía y Letras. Es asmática y no puede asistir a las clases por el humo de cigarrillo que hay en las aulas.

JORGE – 4821-XXXX – Hay una mafia de puestos de flores. Dos personas tienen casi 50 puestos de flores. Dice que quiere juntarse con la producción, que el café lo paga él.»

Denuncias

«DENUNCIA ANÓNIMA – la heladera de pelo colorado, que usa gorrito, y que para frente a la estacion de trenes Plaza Once vende droga, no tiene helados en la heladera, sino droga.

NORMA – 42XX-XXXX – En el Bingo de Quilmes que está en Rivadavia y la peatonal hay “cámaras de gas” instaladas en las máquinas que drogan a la gente para que sigan jugando.

LEANDRO – 15-57XX-XXXX – Estudió para comisario de a bordo en institutos privados, pero cuando fue a pedir empleo le dijeron que esos cursos no tienen ninguna validez.»

Libre de culpa

Si la televisión subestima al público desde hace décadas, es porque éste se deja subestimar. Y si abundan los mapas que localizan los lugares más conocidos del mundo y zócalos con aclaraciones para idiotas, la culpa es del chancho. No de quien le da de comer.

«¿Cómo se llama Ginés González García?»

Osvaldo Bazán no es santo de mi devoción, pero este post podría haber sido escrito tranquilamente para Rayos Catódicos.

Ctrl + B, Ctrl + F

Quiero que se invente algo parecido al «buscar y reemplazar» del Word, pero aplicable al lenguaje oral. Una máquina que corrija al productor de programa de cable cuando dice «vamos a grabar una gala» y automáticamente, le sobreimprima «vamos a grabar un programa especial». Y que a cada mención de la palabra «móvil», la máquina en cuestión demuestre tener un sentido común inhallable en ese productor que cree estar en Madrid, reemplazándola por el término «celular».

Rew

Vuelta a la cueva. La pichicera. El antro. La pecera de visualización. Las cajas de tapes como única escenografía variable. Algo similar a lo que alguna vez describí, y en el mismo lugar. Este blog se va a poner un poquito sombrío.

Ahorro de sílabas

«Me voy a ver una peli. Cualquier cosa estoy en el celu. Sí, el celu de produ. ¿En qué estoy? Nada, haciendo un docu. Lo estamos grabando en digi con un compañero de la facu. No, las locus las voy a hacer yo. Bueno, te tengo que dejar. Besi.»

Aviso

No pienso ver ningún capítulo de ninguna temporada de Lost (el Código Da Vinci de los trabajadores televisivos).

¿Quién quiere más a la birome?

Alguna vez desarrollé esto en algún otro lugar, pero realmente sigo sin entender cómo funciona el sistemático robo de biromes, algo característico en estos lares televisivos. Se me ocurre que robarle una lapicera a un guionista equivaldría a quitarle los botines a un jugador de fútbol o el cuchillo favorito a un cocinero. Pero todo esto no se le ocurre a quien la hurta. Y mucho menos a quien la usa durante horas, invirtiendo los roles de prestamista/deudor al ¡indignarse!, levemente, ante cada requisitoria.
Tengo la certeza que para el 99% de los seres vivientes una birome Bic con punta finita no tiene mayor valor que la moneda de un peso que cuesta en cualquier kiosco. Yo, por el contrario, quiero a las biromes hasta el final, hasta que se queden sin una gota de tinta.

Grabar o filmar

El respeto que profesan los trabajadores de la televisión hacia el cine choca demasiado con las 5 películas que miro al año. Para ellos se trata de un género mayor, de un escalón que está más arriba, de una pantalla de dimensiones más dignas. Para mí no es más que un pasatiempo imposible de sostener cuando se tiene una hija, un club de fútbol al cual seguir y por lo menos 3 libros en lista de espera, sin contar los ilusorios proyectos escriturarios que me inoculan ciertas ganas de despertar al día siguiente.

Drop

Uno, con toda la mejor voluntad, se entrega a la providencial tarea de evaluar los contenidos grabados en una cinta. Tiene que ser ya, debe digitalizarse ya. Pero hay rayitas. El audio se entrecorta. Desaparece la imagen de manera rítmica y casi cronometrada. Malas noticias: el tape está dropeado. ¿De quién es la culpa? Múltiples chivos expiatorios como la cámara, el reciclaje de tapes o un mal proceder durante la grabación salen a la palestra. Pero el material se arruinó para siempre. Los dolores de cabeza empiezan así, en este triste sector de la máquina de picar carne.

Los bufones de la corte

Mex Urtizberea, Daniel Aráoz, Coco Sily, los Korol desconocidos: ellos son los Pedro Olgo Ochoa de este gobierno. Aunque simulen ser divertidos.

Stress

¿Y si empiezo a arrojar tapes mini-dv a cualquiera que se me acerque, cual intifada loggeril? ¿Y si me tiro por el ventanal del segundo piso, destrozándome una pierna y los vidrios que encuentre en el vuelo? ¿El costo de la reparación me le debitarían del sueldo? ¿O lo paga la ART? ¿Me convertiría en alguien peligroso, un demente, o sólo una persona estresada más?

La poción mágica

Aprendí a leer, a los cuatro años, con Asterix. Esta historieta condicionó mis futuras obsesiones mucho más de lo imaginable. Y las situaciones enmarcadas por los cuadraditos se transparentaban entre las situaciones de mi vida real. Tiendo a seguir observando la realidad a través de ese prisma.
Los romanos, para atacar la aldea gala, se agrupaban en distintas formaciones, utilizando sus escudos como única protección. En cada uno de ellas convergían tanto el pragmatismo de la táctica como la estética de los grandes ejércitos (subordinados a la simetría como principio básico).
Nunca importaba mucho si la formación se desplegaba de modo triangular, o si se asemejaba al caparazón de una tortuga, o si parecía un cuadrado humano perfecto e impenetrable. Los romanos siempre perdían. Los galos, poseedores del secreto de la poción mágica, despedazaban todo lo que hallaban a su paso y volaban por el aire los cascos, las lanzas y hasta los mismos cuerpos de cada legionario romano.
La televisión, demás está decirlo, funciona con la misma metodología. Con su «poción mágica» (imágenes en movimiento y secuencias de audio fragmentarias y de rápida digestión), aniquila cualquier tipo de discursividad que no se pliegue a su lógica. Yo, como galo colonizado por Roma, hago el intento y vivo inmiscuido en los dos campos. Sé que no podré durar mucho más en ambos. Pero voy tras el secreto de la poción, con un escudo romano y un pilum entre manos, por si las dudas.